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sábado, 4 de abril de 2020

Covid de Pasión

‌Era un sábado de primavera, me desperté sin despertador, a las seis de la mañana. Me tomé el café, me duché, me vestí, cogí mi cámara. Tardé cinco minutos en llegar y poder aparcar cómodamente.
‌Me habían encargado un reportaje de  la Misa de Alba del Cautivo. 
‌Bajé del coche y encaminé mis pasos hacia  la Iglesia de San Pablo. Me percaté de algo que me extrañó enormemente, no veía a nadie por las calles, como era normal un día tan especial en el barrio. Miré el reloj, eran las seis y cuarenta y cinco. Pero me asaltó la duda, ¿me habré equivocado de día? 
‌Seguí caminando hacia la parroquia. Por calle Juan de Austria solamente me encontré con un señor protegido por una mascarilla quirúrgica,  que paseaba a su perro. Le pregunté, "Señor, buenos días ¿Es hoy el Traslado del Cautivo?"  El buen hombre se encogió de hombros mientras su perro se paraba en una esquina.

‌Llegué a las inmediaciones de San Pablo. Varios agentes de la Policía Local con sus motos, cortaban el casi inexistente tráfico de la calle. Saqué mi acreditación, me la colgué en el cuello, y un señor vestido con traje azul y la medalla de la cofradía, que controlaba el paso al interior del templo, me dejó pasar con un "adelante, pase usted". El gesto serio de su rostro y la ausencia de público tanto en la calle Trinidad, como en la Plaza de San Pablo, aumentó mi inquietud.
‌Cuando accedí, solamente estaba encendida la luz de la sacristía. En su interior, el cura se revestía, "buenos dias, padre", "hola buenos días, ¿como andas Jim?" 

‌Nos conocimos hace años, era capellán de destacamento de soldados españoles de misión en Mali, donde tuve la oportunidad de trabajar como reportero gráfico durante dos años.

‌Eran las seis y cincuenta y ocho minutos. La capilla del Cautivo y la Trinidad está ya encendida. Y allí nos encontramos, un cura junto a las imágenes de Jesús Cautivo y la Virgen de la Trinidad, un señor con traje azul  y yo, como testigos de un hecho sin precedentes. Un hecho que marcaría un antes y un después, en la Historia de la Semana Santa de Málaga. 
‌"Covid de Pasión" se llamó el reportaje que publicó mi agencia.
Sin duda, aquella fué una Semana Santa distinta, la gente lo entendió y lo aceptó, y se quedó en casa confinada. Mientras en el interior del templo, ocurría el milagro. Recogimiento absoluto en la Misa del Alba. Impresionante.

El Gobierno ese mismo día prorrogaba el estado de alarma, no sabíamos si iba a ser el último...
A los pocos meses quedé para desayunar con el párroco de San Pablo una persona afable, cercana, a la que le encantaba tomar café con los vecinos del barrio, en la misma cafetería de calle Sevilla. Y allí le di las fotos que le prometí, y él me recordó lo que me dijo al finalizar la Misa del Alba de aquel año, "verás como ésto termina pronto y quedaremos para desayunar aquí en el barrio, en la cafetería de siempre...."


jueves, 2 de abril de 2020

La gente necesita un gran beso

Sin mirarnos a la cara. Sin leernos los labios. Sin besarnos, sin abrazarnos, sin tocarnos, nos miramos a los ojos y nos entendimos perfectamente.

No hacía falta decirnos que nos queríamos, nuestro amor era puro. Sin contacto físico, solo mirándonos a los ojos, a veces con gafas empañadas.

La esperanza no se perdía. Eran tiempos de lucha, antaño de lucha en las calles, ahora tocaba luchar en las casas para poder vencer a un enemigo casi invisible.

Luchamos, caímos, nos levantamos y ganamos la batalla al maldito virus. Como todas las historias, ésta tiene un principio y un final.

Nuestro principio y nuestro final fue el amor puro, que terminó en un gran beso.  La sociedad, la gente, necesitaba un gran beso y ese beso enorme llegó.