Sin mirarnos a la cara. Sin leernos los labios. Sin besarnos, sin abrazarnos, sin tocarnos, nos miramos a los ojos y nos entendimos perfectamente.
No hacía falta decirnos que nos queríamos, nuestro amor era puro. Sin contacto físico, solo mirándonos a los ojos, a veces con gafas empañadas.La esperanza no se perdía. Eran tiempos de lucha, antaño de lucha en las calles, ahora tocaba luchar en las casas para poder vencer a un enemigo casi invisible.
Luchamos, caímos, nos levantamos y ganamos la batalla al maldito virus. Como todas las historias, ésta tiene un principio y un final.
Nuestro principio y nuestro final fue el amor puro, que terminó en un gran beso. La sociedad, la gente, necesitaba un gran beso y ese beso enorme llegó.
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